Reiteradamente escuchamos a funcionarios municipales reclamar mayor conciencia por parte de la ciudadanía respecto a seguridad vial. Incluso recientemente se hizo una comparación entre la cantidad de muertes producidas por accidentes de tránsito y muertes por hechos ilícitos, siendo notablemente superiores las primeras. Es cierto que hace falta una mayor conciencia por parte de la población y adoptar medidas elementales como, por ejemplo, el uso de casco por parte de los motociclistas. También se quiere apelar a un aumento significativo de las multas para penalizar esa falta de conciencia.
Ahora bien, más allá de corregir conductas por parte de la población, ¿no hay quizá tareas pendientes por parte del Municipio? Creo que sí, y considero que, fundamentalmente, aparte de un mayor y mejor control, lo que hay que mejorar es el transporte público. La cantidad de automóviles y de motos que circulan por la ciudad ha aumentado geométricamente; circular por las calles de Rosario se ha transformado en un verdadero suplicio. Resulta evidente que si no se corrige eso los accidentes de tránsito van a seguir aumentando, pongan las sanciones que pongan.
Es imprescindible poner en el centro del debate la mejora del sistema de transporte público, haciendo las inversiones que haya que hacer, lo que va a permitir desalentar el uso de vehículos particulares y promoverá el empleo del transporte público. Subterráneos, trenes elevados, de superficie o mixtos, BRT, es decir, nada extraordinario, lo que existe en las grandes ciudades del mundo. Nada de eso se ha hecho en nuestra ciudad, donde seguimos con el viejo sistema de colectivos, con la única diferencia respecto a 30 años atrás que hay menos unidades, menos empresas y 50 millones menos de pasajeros transportados al año.
Poner la carga de la seguridad vial en cabeza de los ciudadanos no está mal, promueve la responsabilidad necesaria para vivir en democracia; pero eso funciona solo si el Estado asume sus responsabilidades. De lo contrario, pareciera que lo que se pretende es trasladar la culpa siempre al otro, y eso no sirve.